Los vemos en las ciudades, incluso en algunos pueblos, en paredes, aceras, muros casi derruidos o persianas de negocios. Para muchos son simplemente una forma obscena e indecente de ensuciar la ciudad. Para otros, una muestra de arte urbano, totalmente natural y que nace de la propia búsqueda de la expresión por aquellos que casi nadie considera “artistas”. Los graffitis llevan años ya adornando las ciudades, en todos los barrios, en todas las zonas. Parece imposible escapar de ellos, porque la moda, que empezó a expandirse hace décadas, no ha parado de evolucionar. En la mayoría de lugares, estos graffitis son ilegales, y de hecho, la ilegalidad forma parte de la propia expresión de la pintada. Se hace en ese lugar porque no se permiten pintadas precisamente en ese sitio. Ese carácter contestatario y políticamente incorrecto también tiene que ver con su contenido, habitualmente crítico y satírico. Claro que hay pintadas que no cuentan con ese componente social y solo sirven para dejar la marca de un dibujo en un lugar cualquiera.
¿Es eso arte? Como ocurre con cualquier expresión artística, su definición y su limitación es bastante complicada, porque cada cual lo puede entender de una manera diferente. Está claro que hay graffitis absolutamente imponentes que, sin lugar a dudas, se pueden considerar obras de arte. De hecho, existen hoy en día artistas urbanos que se dedican al graffiti de forma profesional, y son contratados por empresas e instituciones para que pinten muros y paredes. Pero en realidad, el graffiti es un arte urbano, ilegal en su concepción, que escapa de la mercadotecnia de la industria y se asimila a una expresión profunda de la identidad de los artistas. Cada cual a su estilo, todos aportan algo a su ciudad, como un lienzo que dejan a la vista de todo el mundo, como parte de la historia del lugar. Claro que a veces lo que provocan es precisamente el efecto contrario, estropear un edificio histórico o una zona declarada de interés turístico, con pintadas que tampoco desarrollan mucho el arte. Pero así es el graffiti, controversial, comprometido y visceral.
Nacimiento del graffiti
El origen primigenio del grafiti son las marcas que todavía se conservan en ciertos muros y restos arqueológicos, de la era del Imperio Romano. Aquellas inscripciones eran realizadas con punzón y quedaban registradas en las paredes y muros de la ciudad. Ya a finales del siglo XIX, tras la Revolución Industrial, se vuelven a dar muchas pintadas en barrios y zonas obreras. Es a partir de los años setenta cuando el fenómeno moderno del graffiti empieza a tomar forma, bajo este nombre, adaptándose luego también al mundo del hip-hop como parte de ese estilo urbano. Gracias a la invención del aerosol, instrumento habitual de pintura de graffitis hoy por hoy, este arte comenzó a expandirse por todo el mundo. La influencia de la cultura norteamericana también sirvió para popularizar estas pintadas, que en los años 80 y 90 llegaron a España. Su contenido podía ser artístico, satírico, social o contestatario, aunque en muchas ocasiones el graffiti solo era una forma de expresión personal.
Grandes obras de este arte
Desde los años 70 el graffiti comienza a verse como un arte urbano en pleno desarrollo, y por tanto, cuenta también con artistas que lo utilizan como forma de expresión. No se trata de chavales que deciden hacer una pintada obscena en un muro, sino de verdaderos artistas que se sienten identificados con esa forma contestataria del graffiti para llevar a cabo su trabajo. Así es como nacen algunas de las grandes obras en este estilo, como Niño Con Globo, Art Bluff o No Juegos de Pelota, todas ellas del artista Banksy, seguramente el graffitero más popular del planeta. Los animales gigantescos que el artista Roa pintó en diversas casas y edificios de Bélgica también demuestran que el graffiti es mucho más que un movimiento moderno, es un arte en toda su expresión. En Estados Unidos, el artista Gaia también ha realizado numerosos graffitis y dibujos de arte callejero, representando a humanos con partes de animales.
Los mejores graffiteros
Existen hoy por hoy artistas a nivel internacional que han conseguido destacar gracias al graffiti, extendiendo su uso también arte callejero. Hablamos de un estilo en el que se nota la intención artística y preciosista, muy parecida a la que se utiliza en los cuadros o lienzos habituales. Los graffitis rápidos y obscenos, o aquellos que solo representan el nombre del artista, quedarían fuera de esta categoría. Sin lugar a duda, gente como Roa o Gaia se han convertido en representantes del arte callejero más comprometido y singular. Zephyr, artista neoryorkino con más de cuarenta años de trayectoria, es uno de los más influyentes del género por su estilo al dibujar. Y por supuesto, es imposible no hablar de Banksy, seguramente el graffitero más conocido del mundo, que ha traspasado todas las barreras y se ha convertido en una auténtica leyenda.
Ilegalidad del graffiti
Como ya apuntábamos al principio, una de las cualidades más elementales del graffiti desde su concepción es su propia ilegalidad. Es una pintura callejera, que se lleva a cabo en un mural que no nos pertenece, en un negocio, en una casa derruida o en una que está perfectamente, pero representa algo que no nos gusta. La mayoría de ciudades del mundo tienen leyes anti graffitis para proteger sobre todo diversos monumentos y zonas turísticas, al pensar que estas pintadas las “ensucian”. Con el auge del graffit en las últimas décadas, las ciudades han entendido que era una expresión artística que no se podía ahogar, y proporcionaban muros especiales en zonas algo más suburbanas, para que los grafiteros pudieran llevar a cabo sus pintadas.
Sin embargo, esto iba en contra del propio espíritu contestatario del graffiti. ¿Pintar donde te digan y no donde tú quieras? El arte urbano siempre ha ido por libre, y los graffiteros incluso se han jugado la vida para hacer pintadas en el metro, o en los vagones de trenes. Sin embargo, esto está lejos de ser arte urbano en muchas ocasiones. Se quedan solo en pintadas sin ningún estilo, rápidas, que están hechas más por llamar la atención que por crear verdadero arte. La necesidad de reconocimiento y la ausencia de lugares donde poder expresarse con el graffiti llevan a muchos jóvenes a decantarse por estas pintadas más rápidas. Si una zona se llena de ellas, lo cierto es que la imagen puede llegar a ser bastante desoladora. Y el problema es que si se quitan y se limpian, al día siguiente se encontrarán con más pintadas.